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Barro tal vez, Chantal Maillard, Escribir, Matar a Platón, Spinetta
Hay un puñado de canciones dormidas en el hombre. Un puñado es poco, no menos que la hora de las nostalgias. Y canción es la sonrisa y el abrazo, pero también es angustia, es cansancio de espera o de no puedo más, y como olvido es una palabra tan breve, más suave que patraña, pero menos verdad que el sol, como las lágrimas son incoloras y de contenido inagotable que las devora, y la vida gracia o condena; entonces, ¿qué hacer donde terminan las lágrimas? ¿Qué hacer con el grito de la noche si alguien usa la almohada como mordaza? ¿Dónde verter el amor que se queda o se va? ¿Lo que no fui y no soy? Hay que estar muerto para no pronunciar la palabra espejo, la palabra dolor, a distintas dosis según el caso, o incluso la palabra vida, y el triunfo es la vida sigue, y para pronunciar la palabra vida, es necesario pronunciar todas las palabras que le anteceden y todas las que vienen después también, porque aún son más las que no se dirán nunca. Y no importa si son palabras rotas, palabras no adscritas a ninguna academia. No existe forma absoluta para abarcar la mano del hombre y sus miserias. Escribir, aunque no sobre la hoja del viento, la palabra amarga, para poder cantar el hoy y la noche estrellada, para poder mecer el no puedo más y el ayer. Lo demás es una casa, un manual de instrucciones ya inservible al colocar su último punto.
Escribir1
Escribir
porque alguien olvidó gritar
y hay un espacio blanco
ahora, que lo habita
escribir
porque es la forma más veloz
que tengo de moverme
escribir
¿y no hacer literatura?
…
¡y qué más da!:
hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.
Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse.
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Referencias:
- Maillard, Chantal. Escribir. En: 20 años de poesía, nuevos textos sagrados. Barcelona: Tusquets; 2009.p.332,333.